La magia que siempre había envuelto a la Colina del Dragón se estaba desvaneciendo. Un frío gélido se apoderó del bosque, poniendo en peligro su existencia. El pequeño elfo, guardián de aquel santuario natural, elevó una plegaria a los dioses. Su clamor no quedó sin respuesta, pues los poderes ancestrales se preparaban para actuar de un modo sorprendente.